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Editorial – Mayo 2018

Estimados socios: una vez más llegamos a ustedes por esta medio, más concretamente la  tercera oportunidad en este último semestre y sólo este hecho es motivo de alegría y satisfacción colectiva.

Cada mayo al menos un día del otoño se convierte en primavera, pero no en cualquier día de esa perfumada estación, donde reverdece la naturaleza y brota la floración,  es un día especial de primavera que surge a destiempo como un milagro de esos que uno puede encontrar en la poesía de Walt Whitman.

Es que ya nadie discute el capricho de la “artificialidad” del día, porque pudo ser mayo, junio o abril o el segundo o el tercer domingo, o porqué no,  mejor el primero del mes,  eso ya esta superado  y es pura arbitrariedad o casi…

En todo caso eso ya no nos importa. El debate comercial quedará ahí en ese marco precisamente… en lo comercial.

Lo cierto que quien tiene una madre o la tuvo no necesita que por ningún decreto, acordada, o ley, se nos imponga recordarla, abrazarla intensamente, besarla y amarla profundamente. No hay un día establecido en particular para llevarle una rosa, acaso un jazmín o la flor que nos plazca o mas bien que a ella le regocije o le contente.

Sin embargo a ninguno de nosotros además de honrarla cada minuto de todos los días del mundo, dejamos de disfrutar especialmente y paladear el pretexto de que un día específico en el año se convierta en su día especial.

La vida está compuesta por una conjunción de hitos. Es que los humanos siempre necesitamos un acto, una pequeña acción que signifique un alto, la necesidad de detenerse un momento para un homenaje. Esta descripción de un hecho objetivo se convierte en vital. Los homenajes nos permiten valorar, apreciar intentar poner en el sitio justo de reconocimiento a una persona, ya que nunca hay un reconocimiento a un hecho ya que no hay hechos sin personas que lo sostengan y aquí se trata de la más maravillosas de todas, de mujeres, fantásticamente valientes que se atrevieron a darnos la oportunidad de traernos a la vida, de dárnosla.

El ser que al tenernos como carne de su carne, sangre de su sangre, nos  “recorrimos mutuamente” en lo más interno y de la manera más intensa que un ser  puede experimentar. A ella que nos dio el primer beso; la primer caricia y refugio. La que su regazo fue nuestra primera guarida, nuestro primer abrigo y también porque no en nuestro primer lugar de fiesta. Dicen los que saben, que en la memoria de cada unos de los humanos, esos recuerdos nunca nos abandonan, quedan allí bien escondidos, guardados como nuestro mayor tesoro y se quedan para siempre con nosotros hasta el día en que debemos partir,  creo  a esta altura de nuestras palabras que ya  no son más necesarias las razones para decirle a cada una de nuestras madres: “Feliz día Mamá”

CONSEJO DIRECTIVO DE COOPERATIVA BANCARIA

MAYO 2018

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